Cosechadora de algodónLos sectores vinculados a la cadena agrotextil de la Argentina buscan que el nuevo gobierno comprenda la gravedad de la situación planteada por las medidas aplicadas en sus primeros meses de su mandato. El sector textil vive una de sus peores etapas, producto de la caída del consumo, una escalada de importaciones, aumento de costos de energía y la afección de los cultivos por una plaga. Esto último, agravado por el cambio de la estructura de sembrado debido a una mayor rentabilidad de la tierra por beneficios impositivos hacia otros cultivos

Los empresarios del sector denuncian también la fuerte presión impositiva en la cadena de valor y el alargamiento de los plazos en los cheques diferidos a casi un semestre llevaron por la crisis que vive el sector comercial.

Este panorama ha llevado a la entidades empresarias a generar una batería de propuestas para defender los puestos de trabajo. Los fabricantes textiles, con el respaldo de la Unión Industrial Argentina, llevarán el pedido para fortalecer el mercado interno en el corto plazo.

Esperan con expectativas si se efectivizan los beneficios que promete la flamante ley Pyme y el debate de una reforma fiscal que permita unificar los costos impositivos para aliviar la fuerte presión fiscal que sufre en la actualidad la cadena productiva.

El sector puso sobre la mesa una serie de deformaciones de los costos industriales. Denuncian que desde la cosecha, al trabajo de hilandería y confección, una remera debe tributar al menos tres veces el impuesto a los “Ingresos Brutos” que cobran las provincias. También que en cada paso de actor de la cadena de valor se paga el “Impuesto al Cheque”, lo que aumenta el impacto inicial del 1,2% a alrededor del 10% cuando llega al final de la cadena de valor. Explican que estos son apenas dos ejemplos del incremento de los costos internos de la producción nacional.

Sin embargo, del precio final de una remera -que depende del lugar en donde se comercializa- se destina apenas el 3% para la realización del hilado, en el caso de las que son de puro algodón. Y un jean de primera calidad tiene sólo un 20% de costo industrial, detallan.

Al ser mayoritario el costo local de comercialización, la importación de productos a bajos precios no significa una caída de precios ni ningún otro beneficio para el consumidor. Pero ese artículo importado genera un duro golpe a la producción local y su efecto en el empleo.

Un jean confeccionado en Bangladesh tiene un costo de importación de US$ 9. A ese precio se le suma el bordado de la marca, que se incrementa entre 1 ó 1,5 dólares. Uno producido en el país tiene un costo similar, pero incluye mano de obra, costos impositivos y laborales, y el transporte logístico, que representa un importante número de puestos de trabajo.

Pero la crisis sumó tres actores inesperados: la plaga del “picudo” importada desde Paraguay, que redujo el abastecimiento; el pronóstico de cambio de sembrado en campos algodoneros para aprovechar la exención de retenciones a otros cultivos; y la deflación de los precios. En este caso, en el transcurso de marzo a agosto de este año, el hilado de algodón 24/1 peinado clásico para hacer una remera de jersey cayó un 10% como mínimo y generó temor entre los compradores por una anunciada crisis.

En ese contexto, la estructura de costos aumentó y la suspensión de trabajadores se hizo presente en varias fábricas del país. Para poder superar el mal momento y tener condiciones de competitividad para salir a competir al mundo, los empresarios del sector pidieron financiación pata capital de trabajo y que se fortalezca el mercado interno.
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BAE Negocios / Comunidad Textil

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